Cada gol es un gol contra el Madrid. Pasó en el Bernabéu aquel día, vistiendo la camiseta del Mallorca. Saludó, gruñón, al palco. El Madrid es su obsesión. Cuando lo llamó cabrón -"Madrid, cabrón, saluda al campeón"-quiso expresar el mismo reproche. Detrás sólo se esconde un amor contrariado por el Real Madrid. Ahora viste de azulgrana. Pero por dentro de su alma lleva una camiseta blanca.
Lo que sucedió en el Barça en este verano fue para él un aviso. Guardiola no le quería, la directiva no le quiso. Lo dieron por inservible, hasta que se echó el tiempo encima y el Barça lo refichó. El amor propio de Etoo es tan grande como su capacidad goleadora cuando está en racha. Pero esa capacidad y el amor propio se han juntado ahora para convertirlo en el cuarto máximo goleador del Barcelona en Liga. Si se hubiera ido, el dolor le hubiera hecho marcar mucho en cualquier otro sitio (incluso en el Madrid); esta reacción goleadora es un gesto a otro palco, y a otro banquillo, y expresa exactamente lo mismo que expresó aquella tarde en el Bernabéu vestido de rojo del Mallorca. Que el Madrid se entere. Que se entere Higuaín, en este caso.