Xavi se puso ayer el traje de Fred Astaire y también cantó bajo la lluvia. Más bien, dio un recital. Candidato al Balón de Oro por derecho, y en un estado de madurez asombroso, Xavi jugó en la piscina de La Rosaleda como si hubiese una alfombra. Fino hasta el extremo, se manchó la camiseta de barro porque no había más remedio. Menudo gentleman. Marcó dos goles, uno inconfundible de falta y otro llegando al área con esa fe que le ha permitido subir el último escaloncito que le hacía falta. El melódico Xavi amansó al bravo Málaga, que se creyó favorecido por el barrizal que la meteorología le prestó y acabó seriamente golpeado. El Demoliciones Barcelona lo volvió a hacer. Lleva once victorias consecutivas y liquida sus partidos como un dictador. Caníbal, ya lleva 28 goles. Parece cosa seria.
Al Málaga, como a Sporting, Atlético, Almería o Basilea, también le atropelló de mala manera en una noche que el Barça sospechaba sería de perros y diluvio y terminó plácida y con fina lluvia. Guardiola no tenía demasiado claro que se tuviese que jugar, tal vez porque el fútbol se ha puesto ya demasiado guapo y odia tormentas y campos de barro. Pero de los charcos también salen partidos emotivos, detalles de etiqueta. Y hay una sorpresa a cada minuto. El principio fue eléctrico, imprevisible, con Messi chapoteando sobre el césped y Apoño persiguiéndole entre feroces agarrones. Xavi hizo el 0-1 cuando el Málaga todavía estaba pensando cómo iba a utilizar el equilibrio de fuerzas que había provocado el diluvio. Y de pronto se vio 0-1 y desarmado. Se sintió ingenuo, porque mientras se debatía si se jugaría o no, se durmió. El Barça asimiló el nuevo escenario rápido, pero el Málaga reaccionó, extraordinario, con un toque espectacular de Duda que hizo temblar La Rosaleda.
Málaga se trasladó inmediatamente a diciembre de 2003, cuando también bajo la lluvia y el barro le hizo cinco al Barça. Aquellos eran los primeros y duros días de Rijkaard. Para Guardiola los inicios son impensablemente mejores, porque ha encontrado compromiso y cierta solidaridad en su grupo. Cuando Messi marcó el 1-2 después de un despeje de Weligton estropeado a traición por el lago que era el campo, el Málaga supo que sería imposible. Dejó de remar, se abandonó demasiado pronto, y le hizo el trabajo más fácil al Barcelona, que dejó de sufrir en el minuto 53. Henry salió por Iniesta. Guardiola decidió que mejor piernas fuertes y largas para el infierno de campo. Le salió perfecto y cerró el partido.
Laporta ha reconocido que, en ocasiones, solía llamar a Xavi y susurrarle. "Eres mi preferido". Antes era para conformarle. Ahora es amor verdadero.