Anda despistado Aguirre, que tal vez suspendiera geografía en el colegio. Por eso, no está de más explicarle que ni el Reyno de Navarra es Anfield ni Osasuna el Liverpool, aunque también vista de rojo. Quizás crecido por el aplauso casi unánime a su conservador planteamiento en Champions, lo repitió en Pamplona. Y además con cierta alevosía, pues engañó al rival y a su propia afición asegurando en la rueda de Prensa previa que jugaría 4-4-2 con Forlán y Agüero para luego dejar en el banquillo al uruguayo y mantener el 4-1-4-1. Un planteamiento cobarde en casa del colista para arrancar un mísero puntito cuando sólo valían los tres. Y pudo ser peor.
Lo hubiera sido, sin duda, si Osasuna no viera la portería como un gua para canicas. Tras el partido de ayer, lleva un gol en sus últimas doce horas de juego, cifras dignas de Frankenstein de caza nocturna por los bares. Lo peor para Camacho, que aún no ha podido celebrar nada como rojillo, es que la crisis atacante no tiene visos de ser una nube pasajera. Ayer, ni de penalti.
Porque a los 19 minutos Pérez Burrull se sumó a la moda de pitarle penaltis entre raros e inexistente a Pernía, que está pagando su merecida condición de sospechoso habitual. Un mero amago del lateral de jugar a tula con Juanfran acabó con Portillo en los once metros, mirando a Coupet con expresión de estar encerrado con diez tigres de Bengala en una jaula. Una pequeña, además. La cosa acabó como estaba predestinada, con el francés adivinando el disparo raso, blando y poco ajustado del delantero. En ese instante, quedó claro que el casillero local acabaría a cero. La cuestión era conocer lo qué haría el Atleti.
Y lo que hizo fue regalar de manera lamentable 54 minutos. Porque sembrar de minas y de piernas el mediocampo tiene sentido cuando tu único objetivo es que Gerrard y Xabi Alonso o Senna y Pires o Xavi e Iniesta vean la pelota lo menos posible. Es decir, cuando reconoces tu inferioridad técnica y sólo piensas en destruir, en molestar, en que el empate no es malo. Nada de eso tenía sentido ayer. El balón fue atlético mucho rato, pero de tenerlo a saber qué hacer con él media un camino que para los de Aguirre, sin Forlán para enlazar, fue como la carretera Panamericana: unos 48.000 kilómetros. O más.
Durante toda la primera parte dio la sensación que Osasuna se iba a ver obligado a marcar un gol contra su voluntad. Presionaba sin descanso y con acierto y Juanfran y Plasil eran, de largo, los dos futbolistas más inspirados en labores ofensivas de la tarde, pero les salió un enemigo inesperado: Pablo. El central sustituyó a Perea a los 14 minutos y amargó sucesivamente a Plasil, Juanfran y Nekounam cuando los aficionados locales ya se quitaban las telarañas de la garganta para cantar un gol.
En el descanso, Osasuna se conjuró para que Pablo no les fastidiara más. A partir de entonces, se suicidarían antes. Hasta tres veces, sus futbolistas (Juanfran, Vadocz y Pandiani) fallaron controles sencillos cuando se plantaban solos ante Coupet. Vamos, un descontrol en el sentido más literal de la palabra.
Reacción.
A los 54 minutos, Aguirre decidió empezar a jugar el partido y metió a Forlán. Tarde, demasiado tarde. El Atleti cambió totalmente, porque por primera vez en la tarde sus jugadores recibieron el mensaje de que el objetivo era la victoria. Y casi la logran, pero ayer Agüero no era Agüero, como se vio cuando se lió en un contraataque en superioridad numérica de cuatro contra dos. Los genios también tienen días grises, por eso la suplencia de Forlán resultó aún más dolorosa. El Atleti pudo haber sido tuerto, pero Aguirre le dejó ciego.
Aun así, el uruguayo casi salva la cara de su entrenador cuando se plantó solo ante Roberto, pero se escoró demasiado y el portero sacó la ocasión más clara de la noche. El gol hubiera sido una injusticia terrible para Osasuna y para Aguirre, que ayer se marchó moderadamente satisfecho con un punto que le deja a once puntos del líder. Síndrome de entrenador pequeño cuyo contagio a los jugadores amenaza con convertir al Atleti en simple aspirante a la UEFA. Lamentable.
El detalle. Forlán empezó en el banquillo
Aguirre tiene por costumbre decir el once titular de los partidos en la rueda de Prensa de la víspera, excepto cuando tiene dudas, en cuyo caso no dice nada y punto. El sábado dio la alineación para Pamplona, pero esta vez mintió, ya que al final dejó a un Forlán perfectamente sano en el banco para poner a Raúl García y usar un 4-1-4-1 en lugar del previsto 4-4-2.